En las Grandes Ligas ya no se ganan partidos sólo con talento y coraje. Hoy, un algoritmo puede tomar decisiones que antes estaban reservadas a leyendas en el dugout. La inteligencia artificial se ha convertido en una herramienta indispensable para armar lineups, prevenir lesiones y hasta diseñar swings que rinden al máximo en la caja de bateo.

Desde Port St. Lucie hasta el Bronx, los equipos invierten millones en laboratorios y tecnologías como Trajekt Arc y Hawk-Eye. En el caso de los Mets, su centro biomecánico ya ha transformado la carrera de lanzadores como Drew Smith, afinando cada centímetro de su mecánica para evitar lesiones y mejorar resultados.

Mientras tanto, los bateadores de Yankees y Giants enfrentan simulaciones hiperrealistas de lanzamientos gracias al Trajekt Arc, una máquina que reproduce a la perfección los pitcheos rivales en forma de holograma. ¿El precio? Entre 15,000 y 20,000 dólares al mes. Pero los beneficios son impagables cuando se trata de preparar a una alineación para lo que viene.

Además, herramientas como KinaTrax permiten monitorear en tiempo real los movimientos de los jugadores para detectar patrones de riesgo y evitar lesiones antes de que sucedan. La medicina preventiva se volvió digital y milimétrica.

Y en el terreno de juego, la revolución no se detiene. Sistemas como el ABS (Automated Ball-Strike System) permiten a los peloteros desafiar las decisiones de los umpires con precisión quirúrgica, mientras que PitchCom elimina las señales tradicionales entre cátcher y lanzador, reduciendo el robo de señas a través de comunicación cifrada inalámbrica.

La temporada 2025 marca un antes y un después. El beisbol de corazonadas y pizarra cede espacio al beisbol de datos, algoritmos y modelos predictivos. El juego no ha perdido su esencia, pero ha ganado una nueva dimensión: aquella en la que el próximo gran manager podría no tener rostro, sino solo código

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