El espectáculo que los Mets compraron por 765 millones de dólares finalmente ha comenzado. Y no se trata solo de batazos. Juan Soto, el hombre que redefinió la paciencia en el plato y el carisma al batear, volvió a ser el “showman” que todos esperaban… y que muchos extrañaban.

El miércoles por la noche, en Dodger Stadium, no necesitó pegar jonrones para dominar el escenario. Con dos bases por bolas conseguidas tras duelos intensos con Tony Gonsolin, y con su icónico “Soto Shuffle” de regreso, se ganó las miradas, los murmullos, y sí, también los titulares. Volvió a sonreír, a desafiar, a mandar el mensaje: “Aquí estoy.”

Después de dos meses grises con promedio de .224, críticas por su lenguaje corporal y el peso de un contrato histórico, Soto comienza a sentirse más cómodo. “Todavía necesito un poco más de tiempo, pero va mejorando”, dijo. Y se nota.

En sus últimos siete juegos, Soto tiene OBP de .484, más boletos que ponches, y ese brillo en los ojos que lo hace diferente. Volvió el swing feroz, la agresividad inteligente y el magnetismo que arrastra cámaras.

No hablamos tanto de béisbol”, dice su mánager Carlos Mendoza. “Hablamos de familia, de nuestras raíces. Eso lo ha ayudado”. Y es que en medio del ruido y la presión, el dominicano ha encontrado refugio en lo humano, no solo en lo técnico.

Sus estadísticas generales aún no impresionan: .229 de promedio, .797 de OPS, pero lidera la liga en bases por bolas y ha empezado a impactar en momentos clave. La sensación en Queens es que lo mejor está por venir.

Confío en mi rutina”, dice Soto. El tipo que fue abucheado en su regreso al Yankee Stadium ahora parece más liviano, más suelto. Quizás necesitaba exactamente eso: un poco de tiempo, un par de bases por bolas con estilo, y recordar quién es.

Los Mets sonríen. Juan Soto ha vuelto. Y el espectáculo, también

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