Cinco horas y 29 minutos. Tres bolas de partido en contra. Una remontada digna de leyenda. Y al final, Carlos Alcaraz en el suelo de la Philippe Chatrier, con los ojos húmedos y la historia entre los dedos. El murciano levantó su quinto Grand Slam el segundo en Roland Garros tras doblegar a Jannik Sinner en la final más larga jamás disputada en el templo de la tierra batida: 4-6, 6-7 (4), 6-4, 7-6 (3), 7-6 (10-2).

Fue un partido de gladiadores, pero también una batalla mental. Sinner jugó como una máquina de precisión quirúrgica durante los dos primeros sets. Enfrente, Carlitos parecía atrapado en un túnel sin luz. Pero como Nadal en 2022 ante Medvedev, supo sufrir, reinventarse y regresar. Porque el gen español en París está tatuado en el ADN de los campeones.

Cuando todo parecía perdido, apareció el otro Alcaraz. El que mezcla potencia con inteligencia, el que hace daño desde la defensa, el que sabe cuándo arriesgar y cuándo resistir. El que, sobre todo, no se rinde. Salvó bolas de partido, levantó un set en contra, forzó dos desempates y terminó ganando un “super tie-break” con autoridad, demostrando que su techo aún está por definirse.

Con este título, Carlitos ya tiene cinco “Grandes”, se consolida como número 2 del mundo y lanza un mensaje al circuito: hay nuevo rey en la tierra. Sinner fue gigante, pero Alcaraz fue eterno.

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