La MLB está cada vez más cerca de tener robots cantando bolas y strikes, y eso no le gusta a todos. El Automated Ball‑Strike System (ABS) ya se prueba a todo ritmo en ligas menores, y el debate ya llegó a las grandes ligas: ¿avance tecnológico o pérdida de esencia?

El plan es claro: la oficina del comisionado quiere mayor precisión, menos discusiones, más ritmo. Y aunque las máquinas parecen imparables, no todos están de acuerdo.

“Esto puede cambiar la forma en que se lanza y se batea”, dijo un catcher de Triple-A. “Un robot no entiende contexto, ni intención. Solo canta lo que ve… o lo que le programaron”.

Y es ahí donde comienza el lío.

¿Qué es el ABS y por qué está en boca de todos?

El sistema usa cámaras y sensores para determinar automáticamente si un lanzamiento fue strike o bola. En teoría, elimina el error humano. En la práctica, redefine la zona de strike, cambia la estrategia de los pitchers y altera el juego mental entre lanzador y bateador.

En las ligas menores, la implementación ha sido mixta:

En algunas series, el sistema canta cada pitcheo. En otras, se permite el “desafío” (challenge) de la llamada del umpire tradicional usando ABS como revisión.

Beneficios: precisión, menos reclamos… y más rapidez

Se evitan errores groseros que cambian partidos. Disminuyen las discusiones con los árbitros. Se agiliza el ritmo del juego, algo que MLB persigue desde 2023.

Críticas: zona de strike artificial y desconexión humana

Muchos jugadores especialmente lanzadores veteranos critican que el ABS convierte el béisbol en un videojuego.

“No puedes pintar la esquina si el robot no la reconoce. Pierdes el arte del framing. Todo se vuelve blanco o negro”, se quejaba un coach de bullpen en la Pacific Coast League.

Además, la zona de strike ya no se adapta al tamaño del bateador de forma tan natural, lo que puede beneficiar a unos y perjudicar a otros.

¿Y si llega a MLB en 2026?

Todo indica que el sistema se podría usar en Grandes Ligas en 2026, al menos en versión challenge. El sindicato ya lo discute y hay divisiones internas. Algunos jugadores jóvenes están a favor; los más veteranos, no tanto.

El debate va más allá de la tecnología: ¿qué tipo de béisbol queremos? ¿Uno sin errores, pero sin alma? ¿O uno con imperfecciones humanas, pero con el drama que solo un umpire puede provocar?

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