Carlos Alcaraz lo intentó todo. Buscó la magia, la chispa, la épica. Pero del otro lado de la red estaba Jannik Sinner: más máquina que humano, más ajedrecista que gladiador. Con un plan quirúrgico y una ejecución casi sin errores, el italiano remontó la final de Wimbledon para firmar un 4-6, 6-4, 6-4 y 6-4 que lo consagra, por primera vez, campeón en la Catedral del tenis.
Y sí, Alcaraz arrancó mejor. Se llevó el primer set con la sensación de que podía repetir la historia de Roland Garros. Pero después, se fundió. No física, sino mentalmente. No encontró su tenis, no supo cómo romper el ritmo de un Sinner que jugó con precisión milimétrica, como si todo ya estuviera calculado desde antes de salir a la pista.
Carlos se vio incómodo, precipitado y por momentos, resignado. “Está siendo mucho mejor que yo desde el fondo”, le dijo a su box, resignado, frustrado, sabiendo que hoy su tenis no tenía respuesta para ese muro rojo que devolvía todo con veneno.
Sinner no brilló con fuego, brilló con control. Con paciencia. Con eficacia. Como un Messi en modo pase corto o un Robben que te va a recortar por la zurda… y lo sabés, pero no puedes detenerlo.
Esta derrota duele porque confirma algo que flotaba en el aire: Alcaraz todavía no domina Wimbledon. Tiene talento de sobra, tiene un Grand Slam en la mochila este mismo año, pero no puede ganar solo con corazón. Y en finales como esta, contra rivales tan afinados, hay que tener más que garra y magia: hay que tener plan, regularidad y control emocional.
Jannik Sinner fue superior en todo. Ganó con autoridad, con nervio y con una madurez que ya le había hecho falta en París. Esta vez no perdonó. Es el primer italiano en ganar Wimbledon, el hombre que ya reina en Australia, Nueva York y ahora Londres. Solo le falta Roland Garros. Y viendo cómo jugó hoy, ¿alguien duda que lo logrará?
Carlos volverá, porque es joven, porque tiene tenis, y porque el fuego competitivo que lo empuja no se apaga con una derrota. Pero esta final le deja lecciones: en el césped no alcanza con correr y pegar. Hay que pensar, hay que sostener y, sobre todo, hay que tener un plan B cuando el A no funciona.
Hoy el ajedrecista venció al guerrero. Y en Wimbledon, el silencio final fue para Jannik Sinner.





