La propuesta que circula es tan simple como revolucionaria: divisiones trazadas por geografía, no por historia. Eso significa que los Yankees y Mets ya no serían apenas un capricho interliga: se verían las caras año tras año peleando la misma cima. Que Red Sox y Phillies tendrían que chocar como rutina. Que Dodgers y Angels, hoy vecinos con barreras, vivirían un pleito permanente.

El argumento de Manfred es práctico: menos vuelos interminables para los jugadores, más facilidad para las cadenas de televisión a la hora de vender el producto. Pero el costo es claro: romper con el mapa que sostuvo a MLB por más de cien años.

El beisbol ya cambió, aunque cueste aceptarlo

La resistencia al cambio es parte del ADN del deporte, pero basta mirar atrás: el bateador designado universal ya es norma, el reloj de pitcheo aceleró el juego, las bases crecieron, los shifts desaparecieron, los choques en home quedaron en el pasado. El calendario ya enfrenta a todos contra todos. Lo de ahora no es una regla más: es cirugía mayor en la estructura misma de la liga.

Expansión como excusa, dinero como motor

La última expansión fue en 1998 con Diamondbacks y Rays. Ahora, ciudades como Nashville y Portland suenan fuerte para completar las 32 franquicias que permitirían este rediseño. Y con 32 equipos, el plan sería armar cuatro divisiones de ocho clubes:

Noreste: Yankees, Mets, Red Sox, Phillies, Nationals, Orioles, Pirates, Blue Jays

Sureste: Braves, Marlins, Rays (o nuevo estadio), expansión (Charlotte/Nashville), Reds, Guardians, Tigers, Cardinals

Centro/Norte: Cubs, White Sox, Brewers, Twins, Royals, Rockies, Astros, Rangers

Oeste: Dodgers, Angels, Giants, Athletics (Las Vegas), Mariners, Padres, Diamondbacks, expansión (Portland)

En este esquema, avanzarían a playoffs los cuatro campeones divisionales y cuatro comodines por récord global. Un formato mucho más sencillo de vender en televisión.

¿El precio de la modernidad?

El discurso oficial habla de eficiencia y salud de los jugadores. En la práctica, lo que se vislumbra es una liga menos romántica y más rentable. El beisbol se está desprendiendo de su traje más antiguo para ponerse uno hecho a la medida de ESPN y de los contratos televisivos.

La pregunta es: ¿hasta dónde puede tensarse la cuerda antes de romperse? Rivalidades más cercanas, sí. Pero también un golpe a la memoria de quienes crecieron con Yankees-Red Sox como choque de ligas distintas o con Dodgers-Giants como duelo que se reservaba para octubre.

La nostalgia pierde otra batalla. Y en MLB, lo que parece imposible siempre termina siendo cuestión de tiempo.

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