En el Bronx, los Yankees volvieron a tropezar ante los Red Sox en una derrota que duele doble: 6-3 con sabor a pesar por cómo se desbordaron y se lo dejaron escapar completamente a Roman Anthony en su noche estelar.

El momento que los hundió.

Al empezar la novena, Roman no solo empató el juego, lo puso de rodillas: con un jonrón de dos carreras, los Red Sox pasaron de 4-3 a 6-3 y dejaron a Nueva York sin respuestas. Fue un golpe directo, sin anestesia. 

Un partido para el olvido en el Bronx.

No bastó el “honor” de Ben Rice, que soltó un HR solitario en el segundo; ni que Goldschmidt empujara un par de carreras con un sencillo en el cuarto. Boston reaccionó, se puso 2-2 y luego aguantó. Los Yankees lucharon, pero entre descontrol en lanzamientos y cero coraje en momentos clave, la casa se les vino encima.

Anthony brilló como los grandes.

Antes del golpe final, Roman ya había remolcado el empate en la sexta con un sencillo, soltó un extra base que cortó la reacción local en seco. Fue el mejor hombre en la cancha: despiadado, oportuno, sin clemencia. 

No fue suficiente.

Aroldis Chapman cerró la puerta en la novena. Los Yankees aplaudieron, aunque sabían que esa noche la derrota no tiene excusa: dejaron que los Medias Rojas les robaran el partido , y en su propio estadio.

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