Mientras el mundo mira la Serie Mundial, el comisionado Rob Manfred mira hacia otra parte. No al marcador, no al trofeo, sino a las apuestas deportivas.
En un beisbol que ya convive con patrocinadores de casinos, alianzas con casas de apuestas y un público que juega con la misma emoción con la que mira, Manfred sabe que el límite entre negocio y peligro se volvió demasiado delgado.
“Nuestra prioridad número uno es proteger la integridad del juego”, afirmó el comisionado antes del Juego 2 entre Dodgers y Blue Jays. “Hemos estado realmente vigilantes. Es el entorno en el que operamos.”
La declaración no llega en el vacío. El escándalo que sacudió a la NBA esta semana con Terry Rozier y Chauncey Billups detenidos por supuestos vínculos con apuestas ilegales ha puesto en evidencia lo frágil que puede ser la credibilidad deportiva cuando el dinero empieza a cruzar las líneas del juego. Y en MLB, las alarmas ya suenan.
Dos lanzadores de los Cleveland Guardians, Emmanuel Clase y Luis Ortiz, están siendo investigados por posibles “microapuestas”: jugadas puntuales dentro del partido, como predecir si un lanzamiento será strike o bola. Aparentemente inofensivas, pero capaces de alterar el pulso de un deporte que vive del detalle.
“No pedimos la legalización de las apuestas deportivas”, dijo Manfred. “Llegó, y ahora tenemos que adaptarnos. Si algo cambia, será por el gobierno federal.”
El discurso suena defensivo, pero tiene fondo: MLB no puede dar marcha atrás. Las ligas se beneficiaron de la apertura del mercado de apuestas, firmaron acuerdos comerciales y llenaron estadios con publicidad de casas que hoy aparecen en cada transmisión.
Ahora, la línea moral es borrosa: ¿cómo se vigila un sistema del que también se obtiene dinero?
Manfred insiste en que la clave está en la transparencia y los datos.
“Lo esencial es poder acceder a la información para detectar anomalías. Cuando algo se sale de lo normal, investigamos a fondo y aplicamos sanciones.”
El comisionado, que ya suspendió de por vida a Tucupita Marcano y despidió al umpire Pat Hoberg por violar las normas de integridad, sabe que cada nuevo caso erosiona la confianza del aficionado.
La contradicción es inevitable: MLB gana millones gracias a las apuestas que ahora intenta controlar.
Y mientras el comisionado pide calma y más regulación, la pregunta ya no es si el beisbol podrá resistir la tentación del dinero… sino cuánto tardará en volver a mancharse.





