Otro golpe, otro silencio. Cristiano Ronaldo y Al-Nassr volvieron a quedar fuera de una competencia que parecía tener su nombre escrito. Esta vez fue en la Copa de Arabia Saudita, donde cayeron 2-1 ante Al-Ittihad en los octavos de final. El resultado confirma lo que ya suena inevitable: el proyecto del portugués en Medio Oriente se desmorona entre récords personales y fracasos colectivos.

El partido fue una radiografía de lo que ha sido Al-Nassr en la era CR7: intención sin ejecución, dominio sin contundencia y liderazgo que ya no alcanza. Karim Benzema, el otro veterano europeo que aterrizó en el fútbol saudí, fue quien marcó el camino al abrir el marcador con un toque de clase dentro del área. Al-Nassr empató poco después, en una jugada donde Ronaldo participó pero no definió. La ilusión duró poco: Houssem Aouar puso el 2-1 antes del descanso y la herida quedó abierta hasta el final. Ni con un jugador más en el complemento pudieron voltear el guion.

Esta eliminación duele más por lo que representa. Cristiano no ha ganado un solo título desde su llegada an Arabia en 2023. Son ya 13 trofeos perdidos en tres años: tres ligas, cuatro Copas del Rey, cuatro Supercopas y dos Champions Asiáticas. Su promedio goleador sigue siendo altísimo, pero el fútbol no se mide solo en goles. Se mide en finales ganadas, en legado. Y ahí, la cuenta está vacía.

El contraste es cruel: mientras Ronaldo acumula hat-tricks y viraliza celebraciones, los campeonatos se escapan. La promesa de convertir a Al-Nassr en una potencia internacional se quedó en titulares de presentación. Hoy, el club luce sin alma y el portugués sin brújula.

Cristiano llegó an Arabia para construir un imperio.

Pero, tres años después, su reinado solo deja cifras, frustración y una pregunta que nadie se atreve a responder: ¿en qué momento el hambre de gloria se convirtió en rutina?

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