Los Patriots de Drake Maye se impusieron 24-23 ante los Atlanta Falcons en un cierre que tuvo drama, errores y un regreso que casi cambia todo. Pero esta vez, New England resistió.
El partido arrancó movido. Maye movió las cadenas como lo lleva haciendo toda la temporada, guiando una serie de 75 yardas que terminó con pase de touchdown a Demario Douglas. Pero los Falcons, liderados por Michael Penix Jr., respondieron pronto: un envío de 53 yardas a Drake London igualó el marcador y encendió la primera alarma.
La historia empezó a escribirse en el segundo cuarto. Maye volvió a mostrar de lo que está hecho, lanzando dos pases de anotación consecutivos que pusieron a los Patriots 21-7 al frente. La ofensiva combinó balance y paciencia, con TreVeyon Henderson brillando en el juego terrestre (55 yardas en 14 acarreos).
Atlanta no se rindió. Penix conectó con London en el cierre de la primera mitad para recortar la distancia a 21-14, y la tensión regresó a las gradas. El tercer cuarto fue de control para New England: un gol de campo amplió la ventaja a 24-14, pero a partir de ahí, los Falcons tomaron el protagonismo.
Con una ofensiva de 85 yardas, Penix volvió a encontrar a London su tercer touchdown del día y Atlanta se acercó 24-23 tras un intento fallido de conversión que terminó siendo el golpe final. Los últimos minutos fueron un ejercicio de resistencia: la defensa de los Patriots detuvo dos series clave, y el reloj selló la victoria.
Drake Maye cerró con 19 de 29, 259 yardas, 2 touchdowns y 1 intercepción, confirmando su madurez en partidos cerrados. Del otro lado, Penix Jr. terminó con 22 de 37, 3 touchdowns y 0 errores, en un esfuerzo que rozó la épica.
La diferencia estuvo en los detalles: 8 de 12 conversiones en tercera oportunidad y el control del tiempo (34 minutos de posesión) fueron las claves de New England.
Los Patriots, ahora 7-2, siguen liderando la AFC Este y recuperan la identidad que Foxborough exigía: disciplina, cabeza fría y victorias sufridas.
Atlanta, en cambio, cayó a 3-5 y se marcha con la sensación de que jugó bien, pero no lo suficiente.





