El Liverpool volvió a ser Liverpool. Intensidad, presión alta y un estadio convertido en caldera. Con un cabezazo de Alexis Mac Allister, los Reds vencieron 1-0 al Real Madrid y dieron un golpe de autoridad en la Champions, recordando a todos por qué en Anfield las noches europeas se viven distinto.
El primer tiempo fue una partida de ajedrez. El Madrid tuvo la pelota, pero el Liverpool tuvo el alma. Van Dijk impasable, Szoboszlai eléctrico y Mac Allister dueño del mediocampo. La afición empujó cada presión como si fuera una final, y el ritmo del juego se inclinó hacia los locales.
El gol llegó justo cuando el partido lo pedía. Corría el minuto 61 cuando Szoboszlai levantó la vista, metió un centro perfecto y Mac Allister apareció solo en el área para marcar de cabeza.
A partir de ahí, el Real Madrid intentó reaccionar. Bellingham y Mbappé lo buscaron, pero el bloque defensivo inglés cerró todos los caminos. Salah pudo sentenciar en una contra, pero su disparo se fue desviado por centímetros.
El final fue puro corazón. Arne Slot cerró el partido con inteligencia, moviendo piezas para sostener la ventaja mientras los cánticos retumbaban en el estadio. No fue una goleada, ni una exhibición, pero sí una victoria con peso simbólico: Liverpool jugó con orgullo, con ritmo y con la sensación de que esta aunque allá malos resultados el Liverpool sigue siendo el Liverpool





