Ferrari vive su peor temporada en casi dos décadas, y no es exageración: cero victorias, pilotos gestionando frenos desde la vuelta 2 y un SF-25 que nació roto por decisión del propio equipo. La pregunta ya no es “qué pasó”, sino quién permitió que esto pasara.
La historia es simple y brutal. Después de un 2024 intermitente pero competitivo, Ferrari decidió en 2025 tirar a la basura el auto que podía pelear y reemplazarlo por uno completamente nuevo… justo en el último año del reglamento.
El SF-25 es un monoplaza sin punto medio:
— Si lo bajan para encontrar velocidad, destruye la plancha y revienta los frenos.
— Si lo levantan para evitar sanciones, pierde la carga aerodinámica y se vuelve inestable.
El SF-25 solo ofrece dos versiones de sí mismo: uno que va rápido y explota, u otro que sobrevive pero no compite. Ferrari terminó optando por el que no explota… aunque tampoco gana.
Y en medio del caos, Lewis Hamilton. El siete veces campeón llegó con una lista de mejoras estructurales que cualquier equipo escucharía. Ferrari decidió ignorarlas. Hoy Hamilton está atrapado en un monoplaza incapaz de completar un fin de semana sin “lift and coast”, viendo cómo autos inferiores lo rebasan.
La historia de Alonso y Vettel, repetida.
Pero la culpa no es solo del garaje. La temporada 2025 señala a un nombre que ya no se puede esquivar: John Elkann. El presidente que aprobó el cambio radical del auto, que permitió ignorar a Hamilton, que sostiene una estructura de decisiones erráticas y que pide paciencia mientras acumula fracasos.
John Elkann (Presidente de Ferrari) encabeza una cultura donde nadie asume responsabilidades y donde los errores se reciclan temporada tras temporada.
El resultado:
— 18 años sin campeón de pilotos
— Un auto descalificado dos veces en la misma carrera
— Pilotos obligados a manejar como si cuidaran un bebé
— 2026 comprometido porque Ferrari siguió gastando recursos en un SF-25 sin arreglo.
Ferrari no está perdiendo por falta de talento ni falta de dinero. Está perdiendo porque sus líderes siguen tomando decisiones como si Ferrari fuera intocable. La marca sigue siendo gigante; sus resultados, el mayor fracaso del último siglo de Fórmula 1.





