Tigres confirmó su grandeza en noches de presión. El empate 1–1 frente a Cruz Azul le bastó para asegurar su lugar en la gran final del fútbol mexicano, impulsado por la claridad de Diego Brunetta y un Nahuel Guzmán que volvió a responder en el momento más crítico.
El equipo de Guido Pizarro tomó ventaja al minuto 27 con una jugada que quedará en la memoria: André-Pierre Gignac recibió de espaldas, habilitó de tacón y filtró un balón mágico que dejó a Brunetta completamente solo para definir con serenidad el 1–0. El Volcán rugió como en sus mejores noches.
Cruz Azul reaccionó en el complemento y al 69’ tuvo la oportunidad de igualar desde el punto penal. Pero apareció el símbolo felino: Nahuel Guzmán, que adivinó el disparo del Toro Fernández y mantuvo vivo el sueño de final. Una atajada de campeonato.
La Máquina encontró el empate hasta el 94’, cuando un desafortunado desvío de Juan Purata terminó en autogol. Aun así, el reglamento estaba del lado de Tigres: el empate global les daba el pase y el equipo supo manejar los últimos instantes con temple y oficio.
Con personalidad, calidad en los momentos clave y un portero que volvió a agigantarse, Tigres jugará una nueva final, reafirmando un ADN competitivo que no conoce de escenarios pequeños.
El próximo capítulo es el más grande de todos: la final del fútbol mexicano, donde Tigres buscará escribir otro episodio dorado en su historia.





